5 de agosto de 2011

Neutralidad o transparencia en la transmisión de información en Internet: El caso de Telefónica de Chile

Las leyes de neutralidad de red en Chile han obligado a Telefónica de Chile a publicar cómo gestiona su red en ese país. Resulta un documento especialmente interesante en estos días de gran discusión en todo el mundo del tipo “todos los bits son creados iguales”, demagogia que equipara la neutralidad con un derecho fundamental y hurta de ese modo la posibilidad de un debate racional.
Siempre surgen voces  para recordar a los representantes del pueblo la necesidad de garantizar la neutralidad y la libertad en Internet. Aunque  la neutralidad de la red no tiene nada que ver con la libertad en la red. Al contrario, la regulación de la neutralidad de la red es una amenaza contra la libertad en la red, incluso a la libertad de esas voces que en su desconocimiento están clamando por ella.

En primer lugar, Internet es en estos momentos libre, y en eso cabe poca discusión. Sin necesidad de regular nada en lo referente a su neutralidad, ocurre que los principales protagonistas de la misma no han podido o no han querido restringir la libertad. Así que el que pida regulación para obtener libertad (algo por cierto paradójico y que resulta ser sólo un oximorón), debería demostrar que la libertad hasta ahora disfrutada está en peligro.

En segundo lugar, una regulación de la neutralidad de red atentaría contra la libertad. Directamente, contra la de los operadores y legítimos dueños de las redes de telecomunicaciones, a los que se impondrían límites en el uso que pueden hacer de sus bienes. Seguro que a la voz no le apetece que le digan lo que tiene que hacer con su blog, su carro y su casa.

Indirectamente también atenta contra la libertad de los internautas de los que esas voces se erigen en defensor. Porque, si se les deja libertad, los operadores, que están aquí para ganar dinero, y eso solo lo pueden hacer sirviendo a sus clientes lo que piden, tratarán de ajustar su capacidad de telecomunicaciones a las demandas que más valoren los individuos. Y si estos prefieren que los paquetes que llevan información sobre el estado en tiempo real de las carreteras lleguen antes que el millonésimo fragmento de una película iraní de hace 10 años, los operadores tratarán de hacer que así sea. De esta forma, los internautas tendrán libertad para elegir los servicios que les interesen, y los operadores, para darles los mismos en busca del beneficio.

Ciertamente, los proveedores de Internet podrían no hacer estas cosas. Pero entonces sería más caro conectarse a internet, pues tendrían que invertir en mejores infraestructuras para dar soporte a mucho más ancho de banda, o el servicio sería peor, pues con el mismo ancho de banda y sin priorizar todos los usuarios verían cómo su conexión iría más lenta. Podrían no dar señal de televisión a un precio extra, pero entonces serían los usuarios de internet los que soportarían en exclusiva los costes de la infraestructura, sin compartirla con quienes ven la televisión por el cable.

Pero si se mete por medio algún burócrata diciendo que todos los paquetes son iguales, y enseñando a los proveedores de Internet cómo hacer su trabajo, nada de esto pasará. Al contrario, serán los intereses del burócrata, su supuesto conocimiento técnico, los que guíen las decisiones de los proveedores de Internet. Lo que llevará a una pérdida de variedad, de riqueza, e incluso a poner en riesgo la red. Nada de libertad y más bien todo lo contrario.

elefónica Chile hace prácticamente todo lo que los propulsores de estas leyes de neutralidad consideran maligno. Limita la descarga de archivos de sitios como Rapidshare y Megaupload, así como el tráfico en las redes P2P, cuando existen problemas de saturación del ancho de banda, dando prioridad a servicios en tiempo real como la telefonía IP o los juegos. Se reserva la posibilidad de emplear parte de la conexión para dar servicios propios. Naturalmente, no bloquea a Google o MSN porque se nieguen a pagarle un diezmo, que es el escenario con el que nos pretenden asustar. No le saldría a cuenta.

A nadie, ni a las operadoras ni a los clientes, nos hace gracia que se incumpla la neutralidad de la red aunque sea para dar un buen servicio. Pero las personas adultas que viven en el mundo real saben que frecuentemente hay que hacer elecciones entre distintos bienes. Si se plantea el asunto de la neutralidad como algo aislado, sin más consecuencias, todos nos apuntaríamos. Pero prohibir a una operadora gestionar su red supone pagar un precio más alto o sufrir un peor servicio. Debemos elegir entre una cosa u otra. Y ya lo hacemos en el mercado.

Sin duda estaría bien que las operadoras en Perú fueran transparentes, como Telefónica Chile se ha visto obligada a serlo, para que los clientes podamos tomar una decisión mejor informada. Pero somos nosotros quienes tenemos el poder de castigar las violaciones, reales o imaginarias, a ese paraíso teórico de la neutralidad de la red. Sin nuestro dinero, las compañías no son nadie. Así que, puestos a apoyar algo, mejor una ley de transparencia que de neutralidad.

Fuente: rdservicios.com Weblog